Opinión: Mujeres en ciencia
- Redacción metamorfosis
- 14 may
- 6 Min. de lectura
Reflexión sobre las barreras estructurales que enfrentan las mujeres en el ámbito científico y la necesidad de construir una ciencia más equitativa, crítica y transformadora.
Por: Mika Sentoni - Secretaria de Género CeCyT Unsam.

Si les pido que piensen en cinco mujeres científicas y una de ellas no puede ser Marie Curie, ¿me pueden responder la pregunta? Voy a adivinar que la gran mayoría va a responder que no. La primera vez que me hicieron esta pregunta y no pude nombrar más de dos o tres me obligué a encontrar el por qué ¿Por qué yo, una mujer feminista y medianamente informada no podía nombrar a cinco mujeres? ¿Era yo el problema o había algo más?
Tratando de explicar mi inutilidad para auto responderme la pregunta, me fui chocando con una serie de mitos muy instalados en mi inconsciente. Lo primero que me vino a la cabeza es que no podía nombrar porque hay pocas mujeres que se dedican a la ciencia. Al haber muy pocas que participen es difícil que su intervención sea memorable y, por ende, que conozcamos su nombre. Sin embargo, esto no es para nada cierto. Si bien es un hecho que hubo periodos donde se nos excluyó del mundo académico y, por ende, del científico no es el caso de la historia reciente. Si en vez de preguntar por mujeres preguntara por cinco científicos probablemente los nombres serán de hombres de fines de siglo XIX y el siglo XX. No solo fue este un periodo que se destacó por la gran producción científica, sino que coincide con el tiempo en el que las mujeres se empezaban o estaban ya integradas al mundo académico. Es decir, hay una gran chance de que los científicos que vengan a la mente hayan sido coetáneos con prolíficas científicas mujeres. Y en esto último reside el problema y la respuesta que estaba buscando. El problema no es la falta de abundancia, sino la representación.
La figura de la mujer científica es una fuertemente invisibilizada y estigmatizada. En gran parte se debe a otro gran mito: “La ciencia es un tema de hombres”. Existe una creencia bastante instalada de que los hombres son más racionales que las mujeres. Su origen viene de plantear una dicotomía entre la mente analítica vs mente sensible. Según esta, los hombres se caracterizan por su mente racional y analítica en contra posición a las mujeres que somos sensibles y estamos gobernadas por nuestras emociones. La conclusión lógica (si se asume que esto es cierto) es que los hombres tienen una ventajea marcada para todo aquello que implique buscar soluciones racionales a problemas, analizar escenarios, es decir, que son mejores científicos. Por otro lado, a las mujeres se nos relegaría a todo aquello que implique expresión y sentimiento, como las artes. Si bien estás son “verdades” que vienen de los más recalcitrantes debates acerca de la inteligencia femenina en el siglo XIX (un tema interesantísimo, pero para otro día) siguen bastante instaladas. No cuesta mucho hacer un poco de introspección y todas encontraremos alguna instancia en la que o hemos sido víctimas o hemos sido confrontadas con estos estereotipos. De hecho, escribiendo la nota me acordé de una hermosísima anécdota de mis siete años. Mi maestra de segundo grado le intentó explicar a mi viejo que la razón por la que me costaba matemática era porque era mujer, y por lo tanto, era más que lógico que no se me diera. (Los detalles de la respuestas de mis padres serán omitidos por cuestiones legales).
Evidentemente había encontrado la respuesta a mi pregunta inicial: el machismo. Resultaba evidente que la ciencia, o por lo menos ciertas dinámicas dentro de ella, era un gran bastión para el machismo. Mientras más me interioricé en el tema, peor se ponía. Iba más allá de la incivilización y el cuestionamiento a nuestra inteligencia. Durante siglos el mal llamado pensamiento científico fue utilizado para deshumanizar y patologizar a las mujeres. Desde Aristóteles y sus curiosas teorías acerca de un útero móvil que influenciaba nuestro carácter hasta la histeria freudiana. Repetidamente en la historia de la humanidad algún tipo de institución con aires de academia utilizó su estatus como formador de verdades para profundizar el relato machista. Resulta más que lógico que con estos precedentes sea difícil despojar a la ciencia de sus influencias machistas. Y evidentemente una de sus grandes, y tal vez menos nocivas consecuencias, es que resulte difícil el encontrar a por lo menos 5 mujeres proliferas en la ciencia.
Toda esta búsqueda me llevó en un espiral de preguntas. Ya me había auto contestado la primera vez, habiendo establecido que la ciencia era un ambiente históricamente machista. Esto era evidente en consecuencias prácticas (como la invisibilización) y en hechos históricos (como los debates acerca del cerebro femenino). Pero al haber establecido la base del problema me surgió otra duda: ¿cómo se expresa esta realidad en la vida de una científica? Y en este punto me tengo que sincerar con el lector, ya que toda esta odisea que relato no es por mera curiosidad, existe un interés personal. Sépase que este drama comienza en la adolescencia de una aspirante estudiante de una carrera de exactas quien humildemente redacta esta nota. En criollo, quería ver con que carajo me iba a encontrar cuando aterrizara en el mundo académico, y algún día, en el laboral. ¿Cómo se vería mi futuro? Spoiler: Es oscuro y sombrío, se recomienda discreción.
Bueno, tal vez es medio dramático pero fácil no es. La ciencia es un de los sectores con una de las brechas salariales más marcadas. Si bien los márgenes varían según el área, se estima que la brecha para recién graduados es de entre el 20% y el 13 %1. En algunos campos, como en matemática, esta brecha puede agrandarse hasta el 31% con el paso del tiempo, porque además de penarnos nuestro género también nos tienen que multar las canas. En el caso particular de las matemáticas, junto con la Biología son los campos donde se ven las diferencias más marcadas teniendo una brecha promedio del 25%2. A nivel nacional, si bien no existen tantos estudios al respecto se estima que la brecha se encuentra alrededor del 15%.3
Además de la abismal diferencia entre salarios se da otro fenómeno. Mientras más mujeres hay en un campo de la ciencia más bajos se vuelven los salarios. Este es un comportamiento visto en varias áreas luego de la “feminización” de la misma. Es decir, si por alguna casualidad encontramos un área donde se nos facilita nuestra inserción literalmente se nos cobra un precio. Un ejemplo conocido es la inserción de las mujeres en la biología. A mediados del siglo pasado hubo un crecimiento marcado en el número de mujeres biólogas. De manera curiosa, este aumento fue acompañado con una reducción en un 18% del salario 4.
Pero lo monetario ni siquiera empieza a plasmar el problema. Si bien no es grato saber que en un futuro mi capacidad y trabajo no van a ser remunerados justamente, esa amarga realidad viene acompañada de otras mucho mejores. Lamentablemente la ciencia sigue siendo un ambiente muy machista. Si tuviera que enumerar la cantidad de veces que un docente a dudado de mi capacidad por mi género esta nota sería eterna. Desde asumir que si participo en una clase va a ser para preguntar y no para responder la consulta a tener una tolerancia mayor ante los errores de mis camaradas masculinos. Han sido incontables las veces que en mi corto paso por las aulas de ciencias exactas pude ver la sorpresa de algún docente o compañero cuando se dan cuenta de que tengo capacidad de realizar análisis complejos. O incluso que directamente no se me escuche o se me desestime. O, aún mejor, que se me ignore cuando respondo correctamente la solución a un problema y que cuando, inmediatamente después un hombre repita exactamente lo mismo que salió de mi boca se lo trate como el hijo prodigio de Einstein con Schrödinger.
A esto hay que sumarle que siguen siendo carreras muy masculinizadas. Si bien no es el caso de la mía, no son pocas las carreras de mi universidad donde a sus estudiantes mujeres se las puede contar con una mano. Imaginen ese por un segundo el ambiente machista que describí antes y a eso súmenle que tienen que vivirlo siendo quizás la única mujer en el aula. Esto sin mencionar que generalmente nuestras curriculas carecen completamente de cualquier tipo de perspectiva de género/queer. Para la gran mayoría de mis docentes pedirles que hagan alguna distinción entre sexo y género es el equivalente a pedirles que salten sin paracaídas de un avión.
En resumen, todas entramos sabiendo que va a ser difícil. Desde el momento en el que a una la pica el bichito de la ciencia a todas se nos hace evidente este hecho. Empezamos nuestras carreras sabiendo que vamos a tener mejor rendimiento, que vamos a trabajar y esforzarnos más, y que aún así cobraremos menos. Y esta es una realidad que se acrecienta a cada paso que damos en nuestro camino. Mientras más cerca estamos de conseguir aquello que queremos, más peso cobra ese yunque machista que cargamos desde el día en el que decidimos inscribirnos. Amaría que este no fuera el precio que tengo que pagar para estudiar lo que amo, pero tranki que sumisa ni a palos.
Referencias:
[3] https://www.infobae.com/tendencias/2024/01/25/las-mujeres-perciben-salarios-inferiores-a-los-varones-aun-con-igual-nivel-educativo-segun-un-estudio-de-argentina/
[4] https://www.nytimes.com/2016/03/20/upshot/as-women-take-over-a-male-dominated-field-the-pay-drops.html
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