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UNSAM: reelección del rector, continuidad en tiempos de crisis

Actualizado: 2 dic

Por Martín Kales. Secretario de Asuntos Gremiales CECyT.


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La Asamblea Universitaria de la UNSAM volvió a reunirse para elegir rector y vicerrectora, en un clima de unanimidad formal que contrasta con la magnitud de la crisis social y educativa que atraviesa el país. Sin listas alternativas y con una fórmula única —la reelección de Carlos Greco y Ana María Lois—, el encuentro fue menos un espacio de debate político que una reafirmación institucional de continuidad.

A esto se suma un dato estructural que atraviesa todo el funcionamiento: la asamblea es un órgano profundamente antidemocrático, donde la mayoría de los docentes no está representada debido a la falta de titularización crónica y les estudiantes somos minoria. La universidad pudo celebrar “transparencia” mientras sostenía un régimen electoral que excluye a miles de trabajadores docentes y no docentes de cualquier tipo de participación efectiva.

El tono general fue de celebración. “Alegría”, “proyecto”, “identidad”, “comunidad”: las palabras más repetidas de una asamblea que buscó mostrarse cohesionada y optimista frente al ajuste presupuestario impulsado por el gobierno de Milei. Sin embargo, ese clima de “unidad” funcionó más como un dispositivo de clausura del debate que como un verdadero ejercicio de democracia universitaria.


Una defensa de la UNSAM sin balance ni crítica


Los discursos de las corrientes peronistas, especialmente los de Construir UNSAM y La Mella, se ubicaron en una defensa cerrada de la institución frente al gobierno nacional, pero sin una sola mención a la pérdida salarial docente y no docente, al desfinanciamiento real o a las condiciones materiales de los estudiantes.

Construir apeló a la “épica universitaria”, reivindicando el papel de la UNSAM como “vanguardia del sistema universitario” y la necesidad de “profundizar su modelo de gestión”. La Mella, aunque intentó diferenciarse con planteos sobre becas, articulación territorial y el “lazo social”, se mantuvo dentro del mismo marco de legitimación de la gestión.

En este punto se vuelve evidente algo más profundo: el progresismo universitario opera como un proyecto vacío, discursivamente moderno, pero materialmente adaptado al ajuste y a las lógicas del mercado. Como en el peronismo de Kicillof, su horizonte real no es defender la universidad pública sino administrar su retroceso, conservar posiciones y llegar ordenados a 2027.

Las intervenciones del PO —a través de su consejera estudiantil electa en el frente de izquierda—fue el único contraste planteando el rechazo al apoyo al rector, mientras que el MUI tampoco dio su apoyo aunque opto por abstenerse y no votar en contra. Mientras los discursos oficiales celebraban “la transparencia” y “la innovación”, se consolidan procesos de cierre en el acceso: cupo en biotecnología, becas insuficientes y carreras sin horarios compatibles con estudiantes que trabajan.

La universidad crece “hacia arriba” con posgrados, proyectos con empresas y una política de prestigio, pero se cierra hacia abajo, expulsando por vía material a los sectores populares. La UNSAM es hoy el espejo del progresismo universitario: moderna, plural en el discurso, pero conservadora en su modo de gobernar y de administrar el ajuste.


Crisis de proyecto y vacío político


La asamblea mostró algo más profundo que una continuidad administrativa: la crisis de un modelo de universidad. El neo–desarrollismo académico que durante años se sostuvo como horizonte parece agotado. No ofrece respuestas frente al desfinanciamiento ni a la ofensiva reaccionaria que promueve la mercantilización del conocimiento.

En su lugar, la gestión ensaya una épica de resistencia institucional, una suerte de burbuja que mantiene el relato de “la comunidad UNSAM” mientras la realidad material se deteriora. Al mismo tiempo, su actitud frente al conflicto universitario más grande de los últimos años fue clara: una burocracia que no defiende conquistas, que no organiza a nadie, que administra el ajuste hacia abajo y mantiene intactas sus cuotas de poder.


El desafío: conectar el futuro individual con el histórico


Frente a ese vacío, surge la pregunta de cómo intervenir por izquierda. No basta con denunciar el ajuste presupuestario; hay que disputar el sentido histórico del lugar de la universidad pública.

Entre la desesperanza estudiantil (“¿qué hacer con mi carrera?”, “¿ir al CONICET o al privado?”) y el agotamiento del proyecto institucional, hay una oportunidad: reconstruir una orientación que conecte lo individual con lo histórico, que articule la defensa de los derechos laborales y educativos con una perspectiva de transformación social.

En esa línea, se vuelve clave levantar otro horizonte: una universidad de lxs trabajadores —abierta e integrada con la comunidad, crítica (incluyendo la defensa del marxismo y de una perspectiva científica no mercantilizada), y orientada a los intereses sociales y ambientales de la mayoría— frente a una UNSAM que hoy se pliega, por arriba, a los límites del financiamiento externo, los posgrados pagos y la subordinación a proyectos empresariales.

La UNSAM, como muchas universidades del país, está parada sobre un límite. O se adapta a la lógica del ajuste y la privatización, o se convierte en un espacio de organización contra ellas. Lo que hoy aparece como unanimidad puede ser el preludio de una disputa más profunda, si logramos intervenir con una política que exprese el malestar y lo transforme en organización y debates nuevos.


 
 
 

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